miércoles, 8 de junio de 2011

Vida después de la vida

Revolviendo por los viejos armarios de mi casa, encontré un libro llamado "Reflexiones acerca de vida después de la vida", un pequeño ensayo continuación de "Vida después de la vida". Comencé a leerlo y desde el principio captó mi interés, así que decidí buscar la primera parte. Menos mal que la biblioteca de la universidad es muy completa.

"Vida después de la vida" es un pequeño resumen de las investigaciones de Raymond A. Moody Jr (profesor de Filosofía, Medicina y Psicología) acerca de las experiencias de personas que han estado cerca de morir o clínicamente muertas durante algunos minutos. En el libro, el profesor Moody recoge los elementos más comunes en este tipo de experiencias (que por otra parte, son más o menos conocidas: sensación de ingravidez, flotar sobre el cuerpo, tunel de luz, seres queridos esperando al otro lado, ser luminoso,...) además de intentar dar algunas explicaciones más o menos científicas a estos hechos.

En la segunda parte, Moody presenta más elementos no tan habituales en este tipo de experiencias, además de recoger las críticas que diversos colectivos (médico-religiosos) han hecho de su trabajo, documentación de las historias de casi muerte a lo largo de la historia,...

Desde el principio, Moody cuenta cuáles son sus creencias e ideas respecto a este tema para que estén claras desde el principio e intentar que no influyan en su trabajo. Además, también deja claro desde el principio que este trabajo es sólo un primer paso hacia el estudio científico y objetivo de las experiencias de casi muerte, expresando así que sabe que el libro puede presentar lagunas de metodología pero no por ello es algo inútil. Y tras leerlo, hay que darle la razón, sin duda.

Más información:
Sobre el libro: http://www.muscaria.com/vida_dv.htm
Sobre el autor: http://es.wikipedia.org/wiki/Raymond_Moody
Sobre las experiencias de casi muerte: http://es.wikipedia.org/wiki/Experiencia_cercana_a_la_muerte

domingo, 10 de abril de 2011

Herejía

Apenas hace unos minutos que he acabado de leer "Herejía", la primera parte de la trilogía de "Aquasilva" de Anselm Audley, y antes de que se me olviden los detalles, me gustaría compartir mis opiniones.

Es una historia como las que se pusieron de moda hace unos años a raíz de estrenarse las películas de "El Señor de los Anillos" y tiene un plantemaiento similar. La historia se desarrolla en un mundo imaginario, Aquasilva, donde los océanos cubren gran parte de la superficie y la población se aglutina en pequeños continentes y un puñado de islas. Tras las guerras del Antigua Imperio, el poder político se ha dispersado por los distintos territorios y es la iglesia del Dominio, adoradores del Elemento Fuego, los que controlan a los distintos gobernantes.

En un pequeño continente al norte, Cathan, heredero de uno de los condes menos importantes, descubre en su territorio una mina de hierro, uno de los materiales más preciados de Aquasilva. Canath parte de inmediato hacia Taneth, centro mundial del comercio y donde su padre se encuentra en la conferencia de Condes para informarle del hallazgo y conseguir cuanto antes un acuerdo comercial con una de la sgrandes familias de Tanth. Sin embargo, en su viaje Canath es atacado por un misterioso grupo de piratas que le dan un extraño mensaje para su padre.

Tras llegar a Taneth, Canthar descubrirá que su padre es un hereje como gran parte de la población y debe partir hacia la Ciudadela de las Sombras, donde será instruido en el estudio de los otros Elementos. De esta forma, Cathan empieza a descubrir la gran mentira sobre la que El Dominio basa su poder y el poder que el resto de Elementos (Agua, Viento, Tierra y Sombra) posee. Tras pasar un año allí, vuelve a su hogar para enfrentarse a los inquisidores del Dominio y las envidias y rivalidades comerciales por la mina de hierro. Personalmente, opino que la historia tiene un buen planteamiento, alejándose un poco del estereotipo de joven valeroso que debe salvar al mundo del malo malísimo. Intrigas palaciegas, politiqueos, acuerdos comerciales y especialmente los temas religiosos dotan a la narración de una profundidad y una bases sólidas para hacerlo sobresalir del resto de historias de este tipo. Sin embargo, todos estos detalles están construidos de forma descuidada, de forma desorndenada y algo caótica lo que puede hacer que el lector fácilmente se pierda. El autor no deja nada claro la historia previa de Aquasilva ni las distintas formas de gobierno, con lo que la larga sucesión de condes, reyes y emperadores acaban por liar y desconcertar al lector, y es muy complicado saber quién gobierna a quién. Por último, resaltar el final, que aunque algo lioso por todo lo que he comentado antes, creo grandes expectativas y te capta por ver qué va a pasar. Espero conseguir pronto la segunda parte.

domingo, 3 de abril de 2011

El 7 de Septiembre

Estela nació en Albacete un lluvioso 7 de Septiembre de mediados de los 80. Hija de un frutero y una costurera, la menor de tres hermanos, en su casa nunca faltó dinero, pero tampoco sobró. De pequeña era muy inquieta, siempre correteando por la casa de arriba a abajo, investigándolo todo. Una vez, con 3 años, se clavó una de las agujas de su madre en el dedo; a los 5, tiró por el suelo una pila de mazanas que su padre había tardado horas en colocar. Empezó el colegio un año más tarde de lo que debería debido a unas fiebres y nunca encajó demasiado. Las niñas le parecían algo tontas y los niños muy burros, siempre pegando patadas y gritando. Solía jugar a las muñecas con Susanita, la hija del pescadero, pero acabó por aburrirse y pasaba los recreos paseando. Una vez, en uno de esos paseos, descubrió un lugar en el que no había estado nunca antes, un sitio en el que las estanterías abarrotaban todo y no dejaban ver las paredes. Victoria, la bibliotecaria, sonrió al verla. “Vaya”, dijo, “¿a quién tenemos aquí? ¿una joven lectora?” Algo asustada, Estela la miró desde abajo, pero la sonrisa de la mujer le transmitió una calidez y una confianza que el temor desapareció y se acercó hasta ella. Victoria la cogió en brazos, se sentaron en una silla y empezó a leerle un cuento. Cuando la profesora de Estela llegó corriendo desesperada buscando a la niña, ésta se había dormido en brazos de la joven bibliotecaria.

Desde aquel día, Estela iba cada recreo a la biblioteca donde Victoria la esperaba ansiosa de cogerla en brazos y leerle. Poco a poco, Estela comenzó a fijarse más en las palabras y menos en los dibujos. Dándose cuenta, Victoria hablo con los padres de la niña y acordaron que le enseñaría a leer aunque fuera tan pequeña. Pasaron los años, pero la rutina cambió poco: las niñas seguían jugando a tonterías, los niños burreando y Estela en la biblioteca. Mientras Victoria rellenaba sus informes, Estela viajaba de una estantería a otra, de un país a otro: aquí, la tierra de Oz, a su derecha, el País de la Maravillas, dos estantes abajo, el Castillo de Cristal del fondo del Mar. El Rey Arturo cabalgando por Albión buscando el Santo Grial, el poderoso Hércules superando sus Doce pruebas, los amores de Cleopatra y Marco Antonio en las ardientes arenas del desierto,... Cada libro era una nueva barrera que se rompía para su imaginación, un nuevo mundo al que accedía y se abría ante ella en toda su plenitud.

Su último día de vacaciones antes de empezar el instituto, Estela lo pasó en la biblioteca del colegio, despidiéndose de todos sus amigos, de sus libros y de aquella que había hecho posible todo aquello; con un abrazo eterno, la niña le prometió a Victoria que volvería cada semana al menos una tarde, que no la dejaría sola, y con lágrimas en los ojos, Victoria quiso creer una promesa que sabía imposible. En el instituto también había una biblioteca, pero llena de mapas, esqueletos, fórmulas extrañas y nada mágicas. Nada más entrar, Estela supo que esa no sería su biblioteca. Como allí no encontraba nuevos mundos que descubrir, empezó a crearse los suyos propios; en una pequeña libreta que siempre llevaba consigo, Estela anotaba todo lo que se le ocurría para forjar historias maravillosas, como las aventuras de la pequeña Ana en la Tierra del Zodíaco o las travesuras del pequeño aprendiz de brujo Rau. Esto atrajo las miradas de sus compañeros de clase, que se reían de ella y decían que estaba algo loca. A Estela no le importaba lo que dijeran porque realmente le daba igual lo que dijeran aquellas personas que nada tenían que ver con ella. Era feliz con sus historias y no necesitaba más. Un día, mientras escribía cómo Ana se internaba en la aldea de los Aries en busca de la estatua dorada, un chico se le acercó. “¿Qué haces?” le preguntó. Estela lo miró algo sorprendida; era Gabriel, un chico de clase bastante despistado y algo desastre. Nunca llevaba los ejercicios hechos pero siempre sacaba buenas notas, aunque en clase no pareciera prestar mucha atención. “Escribo”. “¿Y qué escribes?”. “Una historia”. “¿Y puedo leerla?”. “Claro”.

Desde entonces, todos los días Gabriel y Estela se sentaban al lado para escribir juntos sus historias. Gabriel era un poco burro, como todos los chicos, pero tenía buenas ideas y hacía reir mucho a Estela. Sorprendida de haber encontrado a alguien así, decidió llevarlo a su antigua biblioteca para que conociera a Victoria. Estela llevaba meses sin pasarse por allí, ya que los exámenes y los ejercicios se lo habían impedido, pero la bibliotecaria la recibió con una amplía sonrisa y se alegró mucho de conocer a Gabriel. Éste también se alegró mucho de conocer a Victoria y su biblioteca, ya que además de los libros infantiles que esperaba encontrar se topó con otras muchas historias fascinantes. Estela y Victoria reían por lo bajo mientras lo veían pasar hojas frenéticamente. Los tres eran felices. Estela se lo pasaba muy bien cuando estaban juntos, disfrutaba pasar el rato junto a Gabriel, y no sólo leyendo, también paseando, hablando de cualquier tontería, en el cine,... Además, había una increíble coincidencia. Gabriel y Estela habían nacido el mismo día, el 7 de septiembre. Cuando se enteraron, ambos se echaron a reír a carcajadas. Era como si el Destino los hubiera unido, desde luego estaban hechos el uno para el otro. Tal es así que, cuando en su decimosexto cumpleaños él la besó, Estela se dejó llevar y le correspondió, dándose cuenta de que era lo que más deseaba en el mundo. Entonces empezaron los que sin duda serían los mejores años de su vida. Cada tarde, iban a una pequeña cafetería que había cerca de sus casas, se sentaban en la misma mesita, en la esquina del fondo a la derecha, y pasaban horas y horas hablando, abrazados, leyendo, cogidos de la mano,... Tanto cariño les cogió la dueña que incluso llegó a reservarles el sitio para que siempre pudieran ponerse allí.

Sin embargo, como pasara con el colegio, los años de instituto también acabaron y Gabriel y Estela tuvieron que afrontar el futuro. Ella había conseguido una beca para estudiar Filología Hispánica, pero tendría que trasladarse a Alicante. Por su parte, Gabriel se iría a Madrid, a estudiar Física. El día de la despedida, con lágrimas en los ojos, los chicos se besaron y prometieron volver a verse pronto. Unas pocas semanas no podrían con lo que ambos sentían.

En su nueva clase, Estela conoció a mucha gente interesante; Arturo, el hijo de un carpintero de la zona, Leire, una mallorquina algo alocada, Felipe, un vasco en busca de nuevos aires, y muchos más. Estela nunca había encajado tan bien entre un grupo de gente tan variopinto, sin lugar a dudas, la Universidad es otro mundo. Lo pasaba muy bien con sus nuevos amigos, pero echaba mucho de menos a Gabriel y no había día en que no hablaran una, dos y hasta tres veces. Por su parte, Gabriel también conoció a gente en Madrid: David, hijo de un importante hombre de negocios, José, que tocaba el bajo en un grupo, María, una científica con aires de pintora, Jesús, un ex-seminarista,... Los dos lo pasaban muy bien, pero en las primeras vacaciones que tuvieron, les faltó tiempo para volver a casa y reencontrarse de nuevo. Cuando se abrazaron de nuevo en aquella estación tras tantos meses, se dieron cuenta verdaderamente de cuanto se habían echado de menos.

Pero cuando acabaron las vacaciones y empezaron los exámenes, y otras preocupaciones surgieron en ellos. Ya no había tiempo para llamadas ni para añoranzas. El presenta imperaba ahora. Por eso Estela se sorprendió tanto cuando se dio cuenta que hacía tres semanas que no sabía nada de Gabriel. Corriendo, aprovechó el primer rato libre que tuvo para salir de la sala de estudios y llamarlo, pero él no contestó. “¿Qué ocurre?” le preguntó Arturo desde atrás. “Nada... es que, Gabriel no contesta”. “Estará liado”. “Será eso”. “Lo quieres mucho, ¿no?”. “Mucho. Ah, mira, me está llamando”. “Deberías cogerlo”. “Debería, sí”. “¿No vas a hacerlo?”. “Sí, claro. Discúlpame” Estela salió a la calle y descolgó. Gabriel estaba en la biblioteca y no había podido contestar al principio. Hablaron durante casi más de media hora, pero fue extraño; Estela ya no sentía el cosquilleo que acostumbraba. “Será el cansancio”, pensó para sí cuando volvió a entrar con sus compañeros para seguir estudiando. Sin embargo, algo en su interior sabía que no era así. Pasaron los exámenes pero el cosquilleo no volvió. Ya no hablaban cada día, y cuando lo hacían, cada vez era más extraño, más distante, más frío. Por eso, cuando en las vacaciones de Semana Santa Gabriel le dijo que tenían que hablar, ella no se sorprendió. “Han pasado cosas, ya no es como antes”. “Estoy de acuerdo”. “¿Crees que podemos solucionarlo de laguna forma?”. “No sé, ¿tú qué crees?”. “Yo creo que no”. “Eso me temo”. “No es culpa tuya”. “No, por favor, no empieces con frases tópicas”. “No, déjame hablar. Verás, estos meses he estado pensado, y creo que la Física no es lo mío”. “¿Y eso qué tiene que ver?”. “Bueno, lo he pensado, lo he hablado con mis padrs y con mucha gente... y creo que quiero entrar al seminario”. “¿Vas a hacerte cura?”. “Sí. Creo que en mi interior es lo que siempre he querido”. “Vaya, no me lo esperaba”. “Yo tampoco, te lo puedo asegurar”. “Al menos fue bonito mientras duró”. “Muy bonito”. “Si ese es el camino que quieres seguir, yo te apoyaré. Espero que seas muy feliz”. “Algún día nos volveremos a ver, hasta entonces, sé tú también feliz” Y con un débil beso en la mejilla, Gabriel y estela se despidieron en la misma cafetería, en la misma mesa en la que años atrás habían vivido su amor.

Los años pasaron, Estela pasó unos meses algo deprimida pero salió adelante. Comenzó una relación con Arturo, pero no era o mismo, y cortaron tras algunos meses. Por su parte, Gabriel dejó la carrera y entró al seminario. También lo pasó muy mal al principio, pero su fe y su amor por Cristo lo llevaron a reponerse y seguir adelante. Tras acabar la carrera, Estela volvió Albacete en busca de empleo. Curiosamente, lo consiguió donde todo empezó, en la biblioteca de su primer colegio, Victoria se había ido hacía un par de años y desde entonces la biblioteca había perdido parte de su encanto. Pero estela la cogió muy animada, recordando los buenos ratos que allí pasó, y volvió a hacer de ella un lugar mágico en el que niños y mayores podían disfrutar de la lectura. Pero nunca más volvió a saber nada de Gabriel.

Cinco años después, el día de su su cumpleaños, el 7 de septiembre, Estela volvía a casa de la biblioteca. Se había pasado todo el día colocando libros y haciendo un catálogo y no tenía ganas nada más que de darse una baño relajante. Sin darse cuenta, sus pasos la llevaron hasta la pequeña cafetería de su juventud. Embobada, se quedó mirando por el escaparate su antigua mesa, al fondo en la derecha, con el pequeño cartelito de “RESERVADO”, La dueña nunca llegó a quitarlo. De repente, alguien se le acercó por detrás y le susurró al oído: http://www.youtube.com/watch?v=CVCq7j6Rk90

Estela se giró y vio a Gabriel, vestido de negro y con alzacuello. “Feliz cumpleaños” le dijo él. Ella, con lágrimas en los ojos, se lanzó a sus brazos y lo besó en los labios, descargando en ese beso toda la frustración de aquellos años, todo la pasión y todo su dolor el echarlo de menos. Y él la correspondió, ya que durante todos sus años de seminario y como sacerdote, jamás la había olvidado. Amaba a Dios, sí, pero había descubierto que la amaba mucho más a ella y que Él no le llamaba por el camino del sacerdocio. Había tardado, pero por fin se había dado cuenta. Cogidos de la mano, se fueron hasta la casa de ella para recuperar el tiempo perdido.

lunes, 28 de marzo de 2011

El Golem


Dada mi escasa producción literaria debido a falta de tiempo y/o ganas, he decidido aprovechar este blog y alternar entres mis escritos pqueños comentarios y recomendaciones de los libro que pueda ir leyendo. Empezaré por El Golem de Gustav Meyrink (1915).

Conseguí este libro en la Feria del Libro que estuvo a finales del años pasado en la avenida de Menéndez Pidal junto con Drácula, de Bran Stoker, creyendo comprar otra historia de un monstruo misterioso paseándose por la siempre enigmática Centro-Europa. Sin embargo, tras las primeras páginas, uno descubre que nada de eso y el desánimo nació en mí. Pero siempre hay que dar una segunda oportunidad. Si bien perdí un monstruo, gané un personaje de fuertes contrastes y una genial ambientación de la Praga de la época.

El libro narra la historia de Athanasius Pernath, un tallador y restaurador de joyas judío en la Praga de principios de siglo. Debido a una enfermedad mental, Pernath pasó varios años en un manicomio y perdió la memoria. No recuerda nada de su pasado, ni tan siquiera su estancia en el manicomio, sólo su habilidad para tallar joyas. Pernath vive en el Gueto, el barrio judío de Praga, en el que se mezclará con los más variopintos personajes de los bajos fondos en cuya historia se entremezclará la leyenda del Golem, a través de los cuales Pernath descubre toda su verdad.

La historia es narrada por el propio Pernath en primera persona, por lo que, teniendo en cuenta sus frecuentes ataques de demencia, la acción es algo complicada de seguir y muy complicado entender el significado de todos los símbolos que aparecen. Sin emabrgo, lo que en principio puede parecer una desventaja, puede ser atrayente para el lector intrépido, al que no le basta leer una simple historia. Además, es de destacar la gran ambientación que el autor hace de la sociedad de la época, especilamente de los judíos, núcleo central de la obra. El Gueto, la catedral, la cárcel, los ladrones, los burdeles, todo aparece descrito con gran detalle y precisión, siempre con el telón judío de fondo.

En resumen, tal vez no fuera lo que buscara, pero es un buen libro y os lo recomiendo a todos.

viernes, 21 de enero de 2011

Brindis por los buenos tiempos

Sentado en el alféizar, en lo más alto de la más alta torre, alzo mi copa y brindo por ti. Brindo por los buenos momentos, por las risas, por los juegos. Brindo por cada abrazo, por cada beso, por cada caricia. Brindo por aquello que fuimos. Brindo por cada noche que me dormí pensando en ti, por cada vez que soñé contigo, por cada mañana que me despertaste. Ahora que el infinito se abre ante mí, que el mundo yace a mis pies, puedo mirar arriba, a las estrellas, con una sensación mezcla de impotencia y expectación de que por mucho que suba nunca podré alcanzarlas. Ante mí se abren nuevos caminos, pero siempre miraré de reojo las estrellas. Ellas serán mi maldición, y tu recuerdo, mi más preciado tesoro. Brindo por ti.